Una voz que cautiva los cinco sentidos

Por Natalia Vispo.

Como buena conurbana -así le gusta definirse-, “La Jury” se ha forjado en un crisol de ritmos. Con la versatilidad que ello implica en términos musicales, la cantautora y guitarrista ha desarrollado una gran capacidad para reinventarse, lo que resulta, una invitación constante a dejarse llevar por la aventurada experiencia de ver su show en vivo.

 

Precisar el género en el que Luciana Jury trabaja parece una tarea compleja. Podría decirse que se trata de una cantante folklórica, pues su música tiene el vigor de las raíces. Pero hay algo, además, en su forma de cantar, que porta el desgarro del flamenco y la potencia rockera. Una gola que sabe perfectamente cómo matizar entre la fuerza y la dulzura. 

“Ese es nuestro oficio: testimoniar el llanto, la historia, cantarle a la pasión, a la poesía, ser memoria.”, así hablaba el cineasta y cantor Leonardo Favio, casualmente tío de la compositora. Y es que hay algo de ese leitmotiv, de esa entrega, que los termina emparentando también a nivel artístico. Sin embargo, esa grandeza de Favio le ha significado a La Jury un peso difícil de cargar al momento de plantarse como artista en la escena pública. Hija de la cantante Marta Mantello y del guionista Zuhair Jury -hermano de Favio-, Luciana ha debido construir su propia identidad, a fuerza de hurgar entre canciones de su infancia, su territorio y su propósito como cantora de la Patria Grande. 

La Jury debuta acompañando al guitarrista Carlos Moscardini en el disco Maldita Huella (2008), un trabajo que se caracteriza por su rusticidad. A la voz se le suma una guitarra, tan al natural, que deja a la vista el sonido del tacto de los dedos sobre las cuerdas. Con arreglos modestos, les artistas lograron evocar la calidez de aquellas guitarreadas caseras que, tras una cuidadosa selección de repertorio, consiguieron dar cuenta de una búsqueda profunda entre los recuerdos. Ese espíritu se mantiene en su primer disco solista, Canciones brotadas desde mi raíz (2011), producido también junto a Moscardini y a Edgardo Grasso. Allí interpreta perlas musicales olvidadas del cancionero tradicional argentino y rioplatense, incluyendo obras de autores anónimos, tales como “Muda la vana esperanza”, versión en la cual se inspiraría el tema “Todo cambia”, interpretado por la Negra Sosa. 

“‘Canción de lejos’ expone una instancia de amor, un personaje que dice ‘yo me voy, pero hay algo que queda en tu mirada, que es mío’. Habla de una resistencia a que el otro me olvide, un querer vivir en él aún cuando no nos volvamos a ver.” Así, “La Jury” analizaba aquella zamba de Armando Tejada Gómez, sin darse cuenta, quizá, que eso decía mucho sobre su propia y generosa entrega en el escenario, pues ese magnetismo que produce en quienes la escuchan cantar hace que sea difícil de olvidar.

La pregnancia de la cantora es vinculable a su propia concepción acerca de la sonoridad. Ella afirma que quienes tienen una sensibilidad particular para la música se han constituido, en principio, desde los sonidos de la madre: “Imagínate nosotros estando ahí en esa internalidad de un cuerpo que va cantando, va diciendo”. Trasladada esta cosmovisión a términos musicales, se podría pensar en los armónicos: esos sonidos que resuenan al tocar sin presionar ciertos puntos específicos de una cuerda tensa, y que dan cuenta de si una guitarra está afinada. Luciana pareciera replicar ese proceso buscando en otros la sonoridad, tal como le sucedió con Gabo Ferro, cuya fina sensibilidad la atrajo. 

En 2014 sacaron un disco en colaboración llamado El veneno de los milagros, de letra y música hechas por el poeta, especialmente para ser interpretadas por Luciana. Este trabajo la llevó a despegarse del tradicionalismo folklórico y a dar rienda suelta a la experimentación melódica y sonora. Fue encontrando nuevos recursos vocales y logrando un juego alternado de contraste y, a su vez, comunión entre su voz grave y el timbre “femenino” de Gabo. Así, la dupla logró capitalizar la riqueza de los mil matices y sus raucos falsetes.

Por otra parte, la lucha de las mujeres comprometidas con su época son un eje central en el repertorio de Luciana. Como intérprete, ella se dedica a rescatar obras de autoras olvidadas: “Guateque campesino”, de la letrista Celia Romero, “Frente al espejo” de Isabel Parra son algunos ejemplos. Recientemente participó de Mala Reputación. Una memoria feminista en canción, trabajo realizado en su totalidad por músicas argentinas. 

Su último álbum junto a  Milagros Caliva, Material urgente, se presentará este 6 y 7 de julio por primera vez en vivo en el CAFF. Este disco refleja a modo de exorcismo, esa suerte de canto visceral que el público también quiere dar. Un trabajo que habla de las nuevas formas de amar, un grito que abraza al propio deseo y que, como necesidad emocional, resulta vital que alguien se anime a pegarlo.

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